¿Quién ha dicho que la animación es cosa de niños? Fernando Trueba, Javier Mariscal y Tono Errando nos traen esta maravillosa historia de amor y música ambientada en la Cuba prerrevolucionaria, que se extenderá hasta el exilio estadounidense.
La primera vez que vi anunciada esta película supe
que la tenía que ver enseguida. Puede parecer anecdótico el hecho
de que sea animación, pero la temática musical y la preferencia
por el dibujo evidencian un
gusto estético y un aprecio por la belleza que promete muy
buenas expectativas. Expectativas, por cierto, que no serán
decepcionadas.
El trabajo es excepcional en la elaboración del
cóctel compositvo de la obra. La ambientación socio-política y
la indagación en las conductas de los personajes dan a la historia
un calado del que carecería de ser una simple historia de amor
superficial. Por otro lado está el del dibujo y el color, con
las formas simples y
redondeadas que caracterizan a Mariscal,
consiguen otorgar un contorno suave y curvo a los movimientos que va
muy bien con el sentido general del film.
La música merece mención aparte. La acción se
encuadra en una época riquísima musicalmente, en que el jazz se
influenciaba de la música tradicional cubana y el ambiente estaba
lleno de nuevos interprétes y futuros genios. Aparecen personas como
Chano Pozo o Tito Puente. Para la elaboración de la banda sonora se
decidió recrear la música de aquella época de nuevo, en lugar de
utilizar grabaciones. Esto se agradece como espectador, ya que la
música no es en este caso un elemento secundario, sino esencial.
En resumen, tenemos una preciosidad para los amantes
del arte. La historia principal acompaña el sentimiento esencial que
connota la suma de todos los elementos utilizados. Hilando con
buen gusto cada puntada, el resultado son 94 minutos de sensaciones
cálidas y suavemente emotivas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario